Estuve entre tus brazos, degustando tu dulce infierno.
Debo confesar que aunque el paraiso es bondadoso siempre he de sucumbir ante
las tentaciones de tu cuerpo.
Perdida en tus caricias, no me queda más que embriagarme de tu calor.
Despacio, más despacio... Pues la noche es joven y mi piel ardiente no ha de rendirse aún.
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